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LA GENEROSIDAD DE COMPRENDER A NUESTROS HIJOS

Para comprender antes debemos escuchar, poniéndonos en el lugar del otro con el corazón, no desde nuestros esquemas mentales.

En esta ocasión vamos a analizar uno de los constituyentes de la persona, que la definen quien es, se trata de “la apertura”, es el principio que explica su relación con la realidad (lo material) entre las que vive y las personas con las que convive. Nos vamos a centrar en la relación con las otras personas. El crecimiento y madurez de las personas depende de la educación que reciban y vivan. Procuraremos ir desmenuzando todos los aspectos necesarios para educar y analizar todo lo que influye para su desarrollo evolutivo.

En cuantas ocasiones hemos tenido un problema, se lo hemos contado a un amigo o amiga y nos ha respondido “¡¡no te preocupes!!… es una expresión cargada de las mejores intenciones, pero son las palabras más absurdas y vacías de contenido que nos pueden decir.

Nuestros hijos e hijas pueden llevar unos cuantos días preocupados por algo, según la edad nos lo pueden venir a contar o les notamos que algo les pasa o les puede preocupar. Cuando ocurre esto, si somos tan rápidos en dar solución y les transmitimos que ese “problema” es nimio al lado de otras cosas que pasan en la vida, estamos poniendo barreras a que vengan a contarnos las cosas que les preocupan o a cerrarse más cuando les preguntamos qué les pasa.

Escuchar nos va a dar el paso a poder comprender, a procurad ponernos en su lugar, pero no sólo a ponernos en sus zapatos, sino a andar con ellos… Somos muy dados a dar soluciones rápidas, quitar importancia, de tal manera que relativizamos tanto su preocupación que no somos conscientes que está sufriendo, nos ha venido a pedir ayuda y la persona se siente incomprendida.

Ponemos a continuación unas preguntas para que podáis reflexionar si sabéis escuchar:

  • ¿Eres capaz de interrumpir lo que estás haciendo para escuchar con todas tus fuerzas?
  • ¿Interrumpes a una persona que te está explicando algo para aclararle mejor sus propias opiniones?
  • ¿Acudes a tú experiencia para mostrar que tienes razón?
  • ¿Hablas mucho de ti mismo?
  • ¿Te enfadas cuando alguien te dice que no sabes escuchar?

La relación con los demás teniendo en cuenta la dimensión de la voluntad es analizar como comprendemos y sabemos escuchar. La comprensión se apoya en una gran virtud: la generosidad. Es una virtud por la cual una persona está más dispuesta a esforzarse y hacer la vida más agradable a los demás o actuar en favor de otras personas de manera desinteresada y con alegría. Cuando los padres realizamos tareas de nuestros hijos, sustituyéndolos innecesariamente, estamos restringiendo las oportunidades que tienen de adquirir esta gran virtud. Porque ésta como el resto de las virtudes no se aprenden recibiendo, sino dando, con actos que cuesten y no siempre de forma totalmente voluntaria. Con esto no queremos decir que se obligue, se trata de motivar, de dar razones, de promover un comportamiento y reconocerlo después como muy valioso.

La generosidad desarrollada necesita de la fortaleza, que junto con la templanza son la base para la adquisición de los hábitos que se convertirán en virtudes y valores a lo largo de la vida. La fortaleza es la capacidad de acometer y luchar por algo que se sabe que vale la pena. Al hablar de generosidad estamos hablando de una manifestación del amor, fundamental para tener amigos, para comprender y para ser feliz. Los egoístas terminan solos.

Compartir es el primer paso de la generosidad, prestar lo que es suyo es el segundo, ayudar a otros, comenzado con los de la propia familia, en pequeños detalles en casa, es otra línea de trabajo. Dar oportunidades y aprovechar las circunstancias de la vida para que lo puedan practicar es la mejor herramienta que tenemos para que se puedan entrenar.

La alegría es una vía segura de comprensión porque compartir las alegrías facilita la intimidad necesaria para comprender.

En la sociedad hay unas líneas de pensamiento dominante que hacen que haya confusión de planos entre acciones y personas, que parezca que todo vale y cada cual es como es, razonar con el sentimiento porque lo importante es que cada uno se sienta bien, etc… Las líneas de actuación con nuestra educación deben llevarnos a que todos tenemos los mismos derechos y libertades. los hijos aman a aquellos que tienen tiempo no sólo para enseñarles, sino para divertirse con ellos. El ambiente risueño es propicio a la confianza, la confidencia y la comprensión… Quizá así podamos entrar en intimidades que de otra forma nos serían vedadas. Además, el humor nos permite siempre una salida airosa en nuestras reprimendas o castigos: el humor es un signo visible de cariño, que se trasluce en el deseo de hacer llegar suavemente un mensaje. Porque la alegría y el optimismo de nuestro hogar deben asentarse en el amor, que es a su vez, la base de la comprensión.

Publicado en www.compartirenfamilia.com

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