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La rutina es la base para adquirir hábitos saludables. Los nuevos dispositivos no van a desaparecer y son totalmente accesibles para nuestros hijos. Por eso, no debemos prohibirlos sino enseñarles a usarlos con responsabilidad.

Lo importante es conseguir que nuestros hijos sean parte activa de la solución mediante la responsabilidad

No hace mucho, nos consultaba una familia qué podían hacer para que sus hijas disminuyesen el uso de las tablets. Estaban muy preocupados porque lo consideraban una adicción. Al principio no fueron conscientes, pero desde el confinamiento ha sido imparable.

Aprovechamos para informaros que clínicamente esta patología que los padres llamamos “adicción” sólo está reconocida con relación a los videojuegos on line porque el uso abusivo de la pantalla es condición necesaria, pero no es suficiente para que sea una adicción.

Los datos sobre el uso de las redes sociales entre niños y adolescentes se han disparado. Sobre todo durante el confinamiento por la pandemia del Covid-19.

El tiempo dedicado a las redes sociales por los menores de entre cuatro y quince años ha crecido de los 37 minutos diarios en enero de 2019 a los 83 minutos al día en febrero de este año.

La buena noticia es que está en nuestras manos, de los padres y madres, ayudarles a que consigan las buenas rutinas. No decimos que sea fácil, pero sí accesible con trabajo y constancia por nuestra parte y la de nuestros hijos.

Lo importante es dejar de considerar que los niños y adolescentes son parte del problema para que pasen a ser parte activa de la solución. Debemos establecer unas normas y límites para el uso de las pantallas.

En ellas englobamos todo: celular, tablet, videoconsola, televisión, etc. Lo especificamos porque en alguna ocasión los padres nos han dicho que sus hijos no las usan y resulta que ven las fotos del móvil o un pequeño video de música.

Cuando van a comenzar a utilizar cualquier pantalla, debemos establecer un horario y espacio para utilizarlas, supervisando el uso que hacen de ellas.

Cuando comiencen, sea la edad que sea, estableceremos los criterios de uso. Por ejemplo, vean lo que vean, aunque sean unos dibujos en una aplicación, estableceremos el tiempo de visión.

O cuando les regalamos una videoconsola, la instalaremos en un espacio común, evitando que sea en su habitación, y marcaremos un tiempo de juego y qué días la van a utilizar, por ejemplo, el fin de semana.

Debemos ser rigurosos con ello, acompañarles, ver cómo inician su primer contacto, conocer qué juegos les gustan y si son apropiados para su edad. Estar cerca para conocer sus conversaciones, jugar con ellos, en definitiva, observar y conocer muy bien su modo de uso y reacciones.

Lo mismo cuando les damos su primer celular. Podemos redactar “un contrato” de uso con unas reglas principales, consecuencias claras de incumplimiento, etc.

No podemos dejar de aprovechar las ventajas que tienen, pero han de estar en equilibrio con otras facetas y actividades cotidianas. Debemos proporcionar y facilitar otro tipo de planes, bien personales o familiares.

Otras alternativas donde tengan la oportunidad de practicar deporte, convivir con la naturaleza, tocar un instrumento, aprender a pintar o dibujar… y siempre relacionándose con sus iguales, de tal forma que tengan contacto con el mundo real.

Para todo ello los adultos debemos dar un buen ejemplo. No podemos olvidar que nos observan continuamente, así que deberemos seguir las mismas reglas que les imponemos y no pasarnos el día viendo la tele o mirando cosas en el móvil.

Debe haber momentos donde las pantallas estén prohibidas, como la comida o reuniones familiares. Prohibidas para todos, grandes y pequeños.

Publicado en www.compartirenfamilia.com

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