LA FAMILIA DESPUÉS DEL CONFINAMIENTO DEL CORONAVIRUS, ¿QUÉ HEMOS APRENDIDO?
Somos de los que pensamos que toda crisis es una oportunidad, y esta nos ha hecho fuertes y mejores. No están siendo momentos fáciles por la incertidumbre en la que nos encontramos, pero a la vez hemos tenido que sacar lo mejor de cada uno y de cada una para que no nos lleve por delante.
La unidad familiar hace la fuerza, viviendo esta situación hemos aprendido a convivir gestionando el autodominio; a ser ordenados y esforzarnos; hemos practicado la generosidad y solidaridad porque los miembros de la familia nos queremos y porque ha sido necesario para la mejora de la convivencia diaria. Con todo ello hemos madurado y adquirido mayor responsabilidad en la medida de cada uno y todo ello esforzándonos en hacerlo con alegría para los demás y para nosotros mismos.
El orden no lo traducimos sólo al orden material organizando objetos, sino a la armonía interior de conocimientos y tendencias. Hemos adquirido un respeto externo y un autodominio, el dominio interno de uno mismo, los cuales nos han proporcionado mejorar nuestra apertura al mundo de las personas y de las cosas. Nos ha ayudado a conocernos mejor, analizando nuestras fortalezas y debilidades, lo que nos ha permitido tener un equilibrio personal que nos ha dado serenidad.
El esfuerzo que hemos llevado a cabo para gestionar todas las circunstancias adversas y cruzadas que hemos ido recibiendo nos está llevando a dar un paso más en nuestra fortaleza personal. Nuestros hijos nos están viendo cada día, ahora más que en otras circunstancias porque ha sido una convivencia diaria intensa, y perciben esa “lucha” que nos está haciendo más fuertes, siendo un gran aprendizaje para ellos nuestro modelo. Más que nunca nos hemos visto en la obligación de aprovechar el tiempo, por la cantidad de multitareas que hemos tenido que combinar y eso nos ha ayudado a ejercer la paciencia, constancia y perseverancia mejorando nuestra laboriosidad. Siendo nuestro punto de partida el esfuerzo para “trabajar” mejor en todo. Lo que ha hecho que seamos magnánimos y audaces.
La práctica de la generosidad nos ha llevado a experimentar un mayor espíritu de servicio que ha hecho que estemos más pendientes de los demás, “mirando en su interior” para descubrir qué necesidad tenían en un momento u otro. Hemos sabido agradecer el cariño y la atención, con delicadeza y amabilidad. En varias o diversas ocasiones se nos ha ido de las manos, pero eso no ha sido problema si hemos sabido pedir perdón. Equivocarse es lo de menos, lo importante es reconocerlo, admitirlo y pedir perdón si la situación lo requiere, este es el gran éxito. Esta convivencia “extrema” nos ha hecho respetarnos, ser tolerantes y comprendernos mejor porque nos ha ayudado a ponernos en el lugar del otro conociendo más en profundidad sus circunstancias.
La solidaridad supone una constante disposición a aceptar y realizar lo que a uno le corresponde como miembro de un grupo para el bien común. Es otro de los valores que hemos aprendido y sobre todo trabajado en este confinamiento para favorecer el ambiente familiar.
El resultado ha sido la adquisición de una madurez que nos la ha dado el uso responsable de nuestra libertad, porque hemos sabido aceptar las normas de convivencia que en este momento necesitábamos de una manera excepcional. Hemos adquirido una voluntad fuerte, necesaria para la búsqueda de la felicidad. Lo que nos cuesta es lo que valoramos de verdad y cuando lo conseguimos nos sentimos felices. Transmitimos alegría que contagia el ambiente y hace que las situaciones externas no nos priven de nuestra libertad porque somos nosotros quienes la gestionamos.
Con oportunidades como está nuestros hijos serán capaces de afrontar los retos que se marquen y con los que se encuentren en la propia vida. La sociedad necesita ciudadanos responsables y solidarios, capaces de participar y trabajar por esa “meta difícil”. De esta forma estamos promoviendo una educación abierta a todos, a la innovación, a la renovación y a la mejora.
De todo lo que exponemos estamos seguros que algunos aspectos han sido más fáciles, otros más costosos y otros están en proceso de aprender. Lo que hemos querido es mostrar “el boceto” más completo sin pretender que sea la pieza final. La educación es un arte y como tal estamos en constante aprendizaje. Lo que nos ha permitido esta crisis es pararnos a pensar las cosas más despacio, nos ha dado la oportunidad de practicar, de acertar o equivocarnos y sacar conclusiones para seguir aprendiendo el apasionante arte de educar.