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PAUTAS PARA UNA «LIMPIEZA» EMOCIONAL

En estos momentos se está hablando de tener un cuidado especial con la limpieza de los espacios materiales, ropa, instrumentos que utilizamos, etc… Pero igual de necesario es expresar lo que nos hace sentir bien y mal. Y que mejor lugar que llevarlo a la práctica cuando estamos en familia.

Buscar un momento del día en la comida, durante la cena o cuando estemos todos juntos en el que cada miembro de la familia exprese qué es lo que más le ha gustado del día y qué es lo que menos.

Podríamos comenzar, por ejemplo, por el padre y la madre y luego haciendo ronda por cada hijo o hija que tengamos. Es muy importante que los progenitores seamos los que vayamos por delante diciendo cómo nos sentimos exactamente para que luego los más pequeños se sientan especiales y muy contentos por hacerlo.

Los más pequeños participarán con naturalidad, pero quizás a algunos adolescentes les cueste o no quieran hacerlo sobre todo al principio. No debemos dejar de darles la oportunidad de que lo hagan, aunque si no quieren pasaremos al siguiente miembro de la familia.

Con el modelo que presencian irán poco a poco participando. Se trata de adquirir una costumbre para que haya un “lugar seguro” donde podamos expresar todos como nos sentimos y donde, además, digamos lo que digamos las personas que lo reciban nos hagan sentirnos queridos y nos comprendan y ayuden si lo necesitamos.

Como hemos comentado en alguna otra ocasión, las personas nos manifestamos en cuatro dimensiones: la física, la afectiva, la intelectual y la de la voluntad.

En este caso en concreto estamos ahondando en la afectiva que es donde la singularidad de cada persona se expresa en modo de autoestima, de seguridad y de confianza.

Cada persona tiene un modo propio en el que le afectan las cosas, las personas, los hechos, el propio cuerpo y la imagen que proyecta. Esta dimensión en relación con los demás expresa las reacciones antes las relaciones que mantenemos con las otras personas: emoción, pasión, sentimientos que permiten aumentar la confianza propia como la seguridad y la autoestima, y sentimientos que la disminuyen poniendo en riesgo, además, la estabilidad personal.

Y en relación ya “con las  demás cosas”, el estudio o el trabajo, por ejemplo, es lo que señala la capacidad de superación de las dificultades que en realidad surgen con el crecimiento paulatino y las experiencias vitales. Cada éxito, y cada fracaso quedan registrados en el “radar” activo de la afectividad, en forma de más seguridad o menos, y de más o menos confianza y autoestima.

Así que, qué mejor manera de conocernos que en el entorno familiar. Los padres y madres debemos establecer con cada uno de ellos un proyecto educativo personal, en función de las características personales de cada uno. Muchas veces, o la mayoría de ellas, lo hacemos partiendo de lo que deben mejorar. ¿Por qué no hacerlo antes ?

Es una oportunidad aprovechar el momento que estamos viviendo para profundizar en cómo nos sentimos y expresarlo. Compartámoslo con nuestros hijos e hijas y hagámoslo entre todos.

Publicado en www.compartirenfamilia.com

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